viernes, 25 de marzo de 2011

Bailábamos.

En aquel lugar en donde no se recordará la ubicación.

La pista de baile lucía vacía mientras los primeros acordes de una canción sonaban. Era suave, lenta, exquisita... Las luces se apagaron y todos los invitados estaban absortos en sus alimentos. Era un gran banquete, una fiesta quizá.
Entonces, mientras todo lucía relativamente obscuro, una mujer vestida de blanco dejó su asiento para dirigirse a los vestidores, al principio llamó la atención por ser ella la protagonista y anfitriona de aquel banquete, pero pronto todos volvieron a lo suyo. La canción comenzaba a tomar forma y mientras la mujer caminaba, alguien la tomó por el brazo y la jaló hacia la pista de baile. Nadie notó aquella intempestiva escena.

La mujer de blanco, junto con el hombre que la tomó por sorpresa se aproximaron a la pista, y mientras ella intentaba descifrar aquel rostro, sus manos ya sabían de aquel cuerpo. Algo estaba escrito y ese mismo algo, se había guardado alguna vez. Algo que el escritor no precisa recordar.

Él la tomó por la cintura y la aproximó hacia él, mientras la música entonces entraba ya en todo su esplendor, ella automáticamente tomó posición de baile y comenzaron los compases. Nadie observó, pero ellos se compenetraban, no había error en aquellos pasos. El reconocimiento de sus cuerpos era tal que parecía de años.

Mientras tanto, otro miraba sentado, observaba aquella escena desprovisto de ingenuidad. Había sospechas en su mirada,traición, decepción, amor, deseo, más amor... todo en él. Nadie lo notó, tampoco.

La música seguía, y era obsceno a la imaginación de los presentes, pues mientras ellos bailaban sus sombras se proyectaban como una escena sexual en donde se predecía un gran orgasmo. Irrepetible. Pero sólo uno observaba.

Los acordes de aquella canción comenzaban a apaciguarse, anunciando su próximo final. Ellos bailaban, y él con la proximidad de su cuerpo embriagaba la mirada obscena de ella. Nunca hubo un beso en ese baile; sin embargo no fue necesario explicar que ese momento estaba cargado de completa y pura pasión. Nadie puso atención a aquella escena.

Después de un gran climax, el desenlace fue metafórico. Él susurró al oído aquella frase que jamás ha de olvidar. Y luego se separaron, las luces se encendieron, pocos aplaudieron mientras el novio se levantó de la mesa y salió.

-Felicidades, ahora eres su esposa y yo, sólo tu historia.- le besó la frente, y se fue.

2 comentarios:

  1. La historia, aunque es predecible, no por ello pierde fuerza. Creo que la forma en la que la relatas es lo que verdaderamente cuenta (aunque no era necesario tratar de confundirnos en el primer párrafo con aquello de "una fiesta quizá...").

    El clímax (literario y danzístico) se va tejiendo con maestría. Se vuelve muy emocionante asistir a ese instante donde los tres protagonistas confrontan en silencio su apogeo y su dolor.

    No hacía falta escribir la última frase. Es hermosa. Pero bastaba con dejarle el misterio a los amantes. Hay verdades que el lector puede dejar evolucionar en su mente.

    Y si te ocurrió en realidad, pues duro el momento, pero qué gran vida... jeje.

    Regards,

    G.

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