martes, 9 de febrero de 2010

La mujer pagana

La historia de tentaciones

Caminando por ahí, volteo y me doy cuenta de las letras vagas que desfilan detrás de mí. Los puntos inertes en mi vida se reflejan en cada pisada, más las huellas en el asfalto son como los puntos suspensivos que prometen… volver. Regresar un paso más, y luego quizá dos… que al final terminan en 20 y ponerte en el mismo lugar de donde parte la Historia. El párrafo introductorio de mi honestidad.

Comas nos lastiman en cada reencuentro; y cuando son puntos finales que al final se vuelven temporales, las heridas sangran copiosamente dentro del mismo contexto insignificante: el de no tener algo real. Realidades que se evidencian entre paréntesis y corchetes, pero que en realidad, siguen siendo irreales. ¡Maldita irrealidad de lo que se dice real!

Punto final. Borrar párrafo. Volvemos a empezar.

Siempre es la misma pregunta: ¿Por dónde comenzar?, y entonces escribo y divago, imagino y edito letras y letras sin cesar; desahogando la necesidad imperiosa de mis manos por hablar.

¿Dónde es que he dejado el punto final?, rebusco entre la revoltura que ha generado mi generosa alevosía, pero mis manos se encuentran con signos de interrogación que me perforan el maldito corazón… es por eso que no encuentro el final. Ya mi marcada memoria no permitirme escribir sobre flores y olores. Descuida, la cacofonía es ironía.

Me parece que a veces he perdido los guiones cuando intento separar palabras que me he prohibido pronunciar. Un te amo, a estas alturas ya debería ser un no-te-amo-pero-tequiero-amar. O es que quizá me perdí entre esta retórica inventiva que me hace pensar en el orden de las palabras, pues el resultado al final es que sí se altera sin cesar.

Las comillas no se hacen esperar, eso que llamamos “pasión” quizá sea sólo obsesión, o tal vez sea sólo la perdición cuando me dices que no es atracción, sino puro y simple amor. Mejor puntos suspensivos otra vez… a la tentación es mejor dejarla en la ignorancia, porque sino uno cae y cae y vuelve a caer, olvidando el por qué de las decisiones que me hicieron tomar el camino. Entonces, ¿dónde dejé acurrucada a la ignorancia?, ah ya sé, entre aquellos paréntesis impertinentes.

Al final, la vida entre filosofar, especular y natural… no logro encontrarte permanente como aquella letra capital, sino más bien te leo como una referencia biblográfica en mis textos banales… ¡qué más da! También requiere valor quien elige vivir en la fantasía, aunque sea por un breve segundo.

Yo decido fantasía por hoy.

Un beso. Para ti, dos.

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