miércoles, 1 de diciembre de 2010

Oportunidades

Cuando de oportunidades se trata...

Entraste por aquella puerta vestida de azul. Tus jeans ceñidos, la cintura tan breve, mirada suspicaz como siempre y tus labios con esa mueca de duda. De quien duda cuando se le pregunta con quién estuvo. Tu blusa marcaba tus diminutos pero bien formados senos y tus botas viajeras estaba impregnadas de olores diversos, de calles, de viajes, de mares, de todos, menos de mí. Te recargas en la columna de un arco que daba entrada a mi cama, y cruzas la pierna esbozando una sonrisa pecadora. Metes la mano a tu bolsillo y tomas de ella un chocolate semi amargo, con lentitud, sin despegar tu mirada de mí, desenvuelves el chocolate y con un poco de asco más que placer, lo metes a tu boca roja. Me saboreo el momento. Con la misma mirada, ahora tu ceño se torna inquieto, dudando, ¿qué sigue? Y mientras disfrutas o sufres con el chocolate, te encojes de hombros con las palmas abiertas. No sé qué pretendes, pero yo sólo sonrojo y bajo la mirada, intento ignorar esa invitación tan tuya y tan indirecta de tomar lo que quieres, en el momento que deseas. Te enfadas y das media vuelta. Caminas hacia la cocina y te sirves agua para sacar de ti ese sabor amargo que te ha dejado ¿el chocolate o la declinación?

Soy el mismo perdedor de siempre que nunca ha aspirado tenerte, pero me has dado una chispa de interés, y entonces tal vez ya no sea tan perdedor. Me gana la moral de desearte, y a ti te sobra el descaro de ser de otro y sentirte tan mía. Pero tengo prejuicios, hipótesis y seguridades que has venido a manosear, y al final sólo soy un hombre inocuo que tiene un instinto carnal tan fuerte como tu esencia infiel.

Hacerme del rogar no funciona, te harta la inseguridad de no saber qué elegir cuando sólo hay una opción, y estás tan segura de que te beneficiará, que si sigo así, te irás. Lo sé. Pero mi prejuicio, mi inseguridad y mi moralidad eres tú y de repente rompes con el esquema de todo, las definiciones y las reglas estándar, que no sé cómo es que debo actuar y no es que me quiera reservar, es que te quiero conservar. Pero tú tienes una mirada de otro interés.

Entre todo este soliloquio te sientas enfrente de mí y sonríes una vez más, ahora tu mirada es de añoranzas, y de repente estás tan ajena a ti que no sé si debo ir hacia ti y por fin tomarte. Inseguro camino hacia ti y te levantas abruptamente, ya no sonríes, ahora es una mueca de decepción y entonces mis inseguridades se vuelven fulminantes. Te despides de mí intempestivamente y a paso rápido te vas dejando atrás de ti tu olor a frustración. No supe qué hacer, así que sólo me lamenté de haber perdido mi oportunidad.

Adiós.

...Los hombres también tienen sus prejuicios morales.

1 comentario:

  1. O ya estaba sencillamente harto del jueguito... o era gay (tanta elucubración frente a una hembra amable con intenciones perversas es muuuuuy sospechosa).

    Lo del chocolate... eso sí que es un misterio.

    G.

    ResponderEliminar