Mirar
atrás se ha vuelto parte de la cotidianidad. De pronto te das cuenta que
cada vez que lo haces sirve para agarrar impulso y no regresar, pero también
para recordar, y se te va haciendo costumbre repetir los pasos del recuerdo.
Lo
difícil de recordar no son las diapositivas en tu mente, no son los momentos,
no es el rostro ni las manos… es el dejo de melancolía que sucede en tu cuerpo,
la terrible necesidad de estar en un tiempo que ya fue, de sentir lo que ya
pasó… de volver a vivir. Lo difícil de recordar es ya no estar.
La
lucidez con la que pretendes amanecer día con día se vuelve parte de un hábito
riguroso para aparentar, y las apariencias no engañan. Pero nos esforzamos.
Un
día te das cuenta que has decidido un camino sin saber qué pasaría en el otro
que no elegiste, y te preguntas por qué no puedes saltar en el tiempo y probar
alternamente en ambos caminos para así poder decidir. La duda puede ser
peligrosa.
Elegir
es siempre prescindir de algo y a veces el egoísmo te mantiene jugando en dos
tiempos, vas dejando cuentas pendientes con esos amores impulsivos que nos
hacen retroceder cada vez que embriagan los recuerdos haciendo pagar cuenta por cuenta; o bien,
sentando en la banca de la espera a los amores sensatos, esos que siempre sabes
que estarás no importando qué. Porque
amor no es el primer amor, amor es la primera entrega, la primera pasión.
Sin
embargo, otras veces decides irresponsablemente pensando en otros, y en quién o
qué no lastimar; olvidándote de lo que realmente quieres tú, lo que eres. Pero siempre vuelves a mirar atrás, te
sientes insatisfecho y presientes que has olvidado algo… algo que no desearías
recordar.
Decidir
entonces es mantener una ligera llama de encuentros con el pasado, es querer
voltear atrás, es recordar… es perder. Pero también es elegir por el propio
bien.
Y si
al final lo único que nos queda, es esa sensación de añoranza, entonces ser
feliz debería de ser el próximo camino. Olvidar y ser feliz.
El olvido nunca es feliz, pero es sereno.
ResponderEliminarLos franceses denominan "espíritu de la escalera" a esos pensamientos que nos asaltan al salir de una discusión, de un encuentro difícil, al tomar la escalera de salida: "Hubiera dicho esto o aquello". "Hubiera hecho tal..."
La realidad es que son devaneos para entretener a la mente. El "qué hubiera pasado si" es un juego para no enfrentar lo que ahora tenemos, sea bueno o malo, precisamente por hacernos conscientes de nuestras limitantes.
No pierda la esperanza de olvidar, pero mejor sería ponerse a la tarea de crear nuevos recuerdos Malicia.
Abrazo,
G.