Preámbulo.
Nos faltó un beso. Nos sobró
la distancia, nos mató el orgullo.
Hace algunos años inicié con los
cuentos a Épico, nos hice una historia, un cuento que escribí de aquel amor
cobarde. A la par de esa historia, me encontré
contigo, Extraño, y pocas veces te he dedicado las líneas que describen mi otra
historia. Por eso tú mereces una historia aparte. A ti Extraño, te debo una memoria pues lo que
menos hubo en ti fue cobardía.
En resumen, diré que no hay
canción que nos describa o que nos haga llorar, pero hay literatura que nos
recuerda. Porque en cada libro que leí en ese tiempo, te hacía partícipe de las
historias inconclusas, de esos amores inertes o exiguos de los que te
enajenaba. Fuiste también mi Épico, pero más que nada mi Extraño.
Fuiste para mí Heathcliff que con
su fuerza e insolente orgullo me indicaba los caminos a evadir, Diablo guardián
que me protegió de sí mismo. Mi Pedro
Páramo odiado. Mi General, mi Lucas
Corso y yo tu Diablo enamorado. Fuiste muchos hombres, muchas heridas, tantos
personajes. Fuiste mi héroe y mi vengador, mi fracaso y la resignación.
Fuiste, Extraño, mi anónimo. Mi inspiración por momentos, fuiste mi amor, el que
no conté jamás y el que siempre negué.
Pero ya es tarde y hablar de los
fuiste es innecesario cuando hoy, volteando hacia atrás, decido escribirte
estas cartas para establecer una historia que no deseo olvidar. El tiempo nos separó para bien, quién sabe,
tal vez pudimos destruirnos y dejar de ser lo que somos ahora. Porque no somos
un mal recuerdo.
Maldita mi suerte que de amores
inconclusos está llena la mitad de lo que llevo de vida, pues la otra mitad no
sabía amar. Pero descuida, no soy la víctima aquí. Solo pretendo contar otra
historia.
Y aunque a veces te olvido, casi siempre te extraño,
Extraño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario