Tengo un
as bajo la manga, un momento que disfrazaré para ti.
Pero
relájate, te veo tenso… has estado preocupado. Te preguntas si yo estoy aquí,
si sigo en ti. Sufres y callas.
Estás
ensimismado y quizá un poco entusiasmado, ¿cómo preguntar? ¿Cómo contestar?
Tienes atorada en la garganta la duda; salivas
para tragártela pero se atora. Te ahoga.
Fue el
tiempo, fue un laberinto, fue tu descuido, fue mi descaro… ¡qué más da!
Ahora
buscas recuerdos para aferrarte, fotos, viajes, momentos. Capturas las
diapositivas en tus pupilas, humedeces tus labios para saborearte el éxtasis
que ya probaste y te agazapas en la huella del recuerdo. Dudas.
Ahora te
decides, piensas que tus agallas podrán ayudar a mantenerte de pie. Te
equivocas. Pero igual pides valor y zigzagueas con tus preguntas. No entiendo
de qué hablas, pero sé a qué vas.
Retórica barata y un poco de preámbulo para
la confesión: recuerdos,
risas, tiempos… el contexto es tu salvavidas.
Por fin
callas, ansías una respuesta sin haber hecho la pregunta. Pero sé a dónde
quieres llegar y sé qué es lo que quieres escuchar. Suspiro, es quizá mi último
estertor para ti, igual me confieso, mi disfraz se ha esfumado… me absuelvo:
Te engañé
y no será la última vez.
Cómo fue que te hice
depender de una mentira
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