Damián Ruescas
era un típico hombre de semblante y aspecto austero aunque en general poseía un
trabajo que lo remuneraba mejor de lo que él mismo pensaba,
económicamente hablando; Osaba no reír de vez en
cuando ni frecuentemente, prefería sólo esbozar un leve arco invertido en su
boca y listo. Ruescas era frío, parco, bastante tímido y retraído, a pesar de
que en las reuniones sociales se mostraba abierto a todo tipo de opiniones; era
también, alto, muy alto; no era en sí delgado, poseía ciertas curvas de la
felicidad en el estomago y vientre abultado, pero su altura le permitía
vagamente disimular tal porte.
Pero
Damián cambiaba cuando en las reuniones sociales había alcohol de por medio, el
ajenjo era de su preferencia y como sabía que no cualquiera lo bebía, siempre
cargaba con una botella en su saco. Ruescas, cambiaba
metafóricamente y literalmente, ambas y sin contradicciones; En el momento en
el que el alcohol comenzaba a circular sobre las mesas, en sus ojos relucía una
mirada sobrehumana y profunda, entonces su sonrisa se volvía un poco más
descarada sin llegar a la vulgaridad de carcajear; sin embargo no socializaba,
sólo ponía más atención al momento; él seguía sin pronunciar muchas palabras
pero en su rostro aparecían ciertos símbolos que definían su humor.
Él era
crítico consigo mismo, y algunas veces autocomplaciente; bebía aún más ajenjo
cuando estaba solo, permitiéndose la introspección y la búsqueda de respuestas,
tal y como lo hacía el Inspector Abberline, en la película From Hell. Sí, Damián
era espectador de leyendas clásicas como Jack El Destripador y su aparente
fijación con las prostitutas, a veces era como si fuese Dr. Jekyll en su
trabajo, pues vestía decentemente y se comportaba como tal, casi no bebía y
pocas veces decía una mala palabra; pero otras veces era como si se
transformara en Mr. Hyde y un extraño alter ego se apoderara de su mente y de
su cuerpo cayendo en los placeres más banales del cuerpo, bebía hadas verdes y
gustaba de salir en busca de alguna prostituta decente. Damián en su etapa de
Mr Hyde también era recatado a su modo y paradójicamente buscaba estabilidad en
cada una de las mujeres que por su cama pasaban, deseando que fuera la última y
la primera a la vez.
Entonces,
Damián era el trabajador asalariado que cumplía burocráticamente las horas
establecidas para ofrecer servicios y organizar a la empresa, mientras que
Ruescas era el hombre con retroceso de edad, que salía a disfrutar de su
soledad bebiendo y buscando agradables compañías, intentando, además, buscar un
rato de diversión pagana. En general sus amistades lo conocían como Damián y
pocas veces se mostraba como Ruescas, era parte de un ritual privado para mantenerse
alejado de mezclar las dos personalidades y de repente caer en la locura de la
simplicidad y lo común.
Hombre de
poca Fe, creyente de toda religión y defensor común del ateísmo, le resultaba
fácil pasar inadvertido entre la gente, sus amistades tenían una imagen de
paciencia y buen carácter; y en general así era, salvo cuando se sentía solo
e incomprendido, y hacía uso del
chantaje emocional; fuera de eso era bastante tolerable y los pocos amigos que
tenía eran los de antaño, aquellos a quienes había conocido desde la infancia y yo, su camarero.
Ruescas
asistía con religiosidad al bar en donde yo atendía, llegamos a entablar
grandes charlas de mujeres y películas, algunos grandes clásicos, otras
relacionadas con el erotismo y la ciencia ficción. Su vicio por el cine, lo hacía notar cada que tocaba un nuevo tema de conversación, es más, no recuerdo hablar de otras cosas que no tuvieran relación con alguna película.
Cada día,
Ruescas pedía tres o cuatro hadas verdes y luego se marchaba en busca de alguna prostituta, hasta el día en
que conoció a Sofía.
Las iniciales de este personaje son las mismas de un amigo al que (casualmente) me has recordado por su parecido en ciertos rasgos de físico, personalidad y otros detalles. Esperaré la segunda parte :B
ResponderEliminarPinchi beodo, borracho, etílico y alcohólico.
ResponderEliminarNomás faltó teporocho.
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