jueves, 25 de abril de 2013

Lo que guarda el silencio


-Hola.
-Hola, tanto tiempo. –Te abrazo impulsivamente, me reconfortan tus brazos-


Un indicio de melancolía apareció cuando te vi, después de mucho tiempo.  Tanto que no podía mirarte a los ojos, mientras tú –nervioso- me miras disculpándote por el tiempo que pasó. Asientes la cabeza en señal de agradecimiento por mi silencio, aplaudes mi visión de la vida hacia lo que sucedió, pero sobre todo, te congratulas de tus secretos celosamente guardados. ¿Conservo algo más que no debería?, Sí. El mensaje de aquella noche, cuando te despedías. 
Aquellas pretenciosas aventuras sexuales de los que fui felizmente cómplice, aún las llevo en la imaginación. Gané tu confianza y tus secretos, aprendí de ti, te robé conocimientos… perdí tu corazón. Lo siento. Es probable que no supiera elegir, pero me dejé llevar por el impulso y soy feliz.  Tú también, después de tu sobreprotección y tu sorpresiva despedida, eres feliz. 
Después de todo lo que me diste, no tengo nada que reprocharte. No me des las gracias, no lo hice por ti. Lo hice por los dos y porque eso es lealtad hacia una amistad malintencionada que nos hizo felices un tiempo. 
Ni siquiera es tiempo de cuestionarnos porqué perdimos esa batalla, o quién se rindió primero, sería absurdo que ahora, después de años, nos preguntemos estupideces en este breve encuentro. 
¡Celebremos lo que hay ahora!  Te extrañé, pero entendemos que la situación nos permite un abrazo, un beso de tiempo atrás, y un suspiro de saber que todo está bien, que todo sigue, que todo se cura. Que nos volveremos a ver, sin promesas.   
-Sí…-Y entonces nada, sólo el silencio.
-Debo irme.
-Nos vemos…
-Sí, otro día.-Sonríes, como si todo y nada pasó.


­ Éramos amigos, éramos cómplices, éramos libres.  Ahora somos felices.  

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