-Hola.
-Hola, tanto tiempo. –Te abrazo
impulsivamente, me reconfortan tus brazos-
Un indicio de
melancolía apareció cuando te vi, después de mucho tiempo. Tanto que no podía mirarte a los ojos,
mientras tú –nervioso- me miras disculpándote por el tiempo que pasó. Asientes
la cabeza en señal de agradecimiento por mi silencio, aplaudes mi visión de la
vida hacia lo que sucedió, pero sobre todo, te congratulas de tus secretos
celosamente guardados. ¿Conservo algo más que no debería?, Sí. El mensaje de aquella
noche, cuando te despedías.
Aquellas
pretenciosas aventuras sexuales de los que fui felizmente cómplice, aún las
llevo en la imaginación. Gané tu confianza y tus secretos, aprendí de ti, te
robé conocimientos… perdí tu corazón. Lo siento. Es probable que no supiera
elegir, pero me dejé llevar por el impulso y soy feliz. Tú también, después de tu sobreprotección y
tu sorpresiva despedida, eres feliz.
Después de todo lo
que me diste, no tengo nada que reprocharte. No me des las gracias, no lo hice
por ti. Lo hice por los dos y porque eso es lealtad hacia una amistad
malintencionada que nos hizo felices un tiempo.
Ni siquiera es
tiempo de cuestionarnos porqué perdimos esa batalla, o quién se rindió primero,
sería absurdo que ahora, después de años, nos preguntemos estupideces en este
breve encuentro.
¡Celebremos lo que
hay ahora! Te extrañé, pero entendemos
que la situación nos permite un abrazo, un beso de tiempo atrás, y un suspiro
de saber que todo está bien, que todo sigue, que todo se cura. Que nos volveremos
a ver, sin promesas.
-Sí…-Y entonces nada, sólo el
silencio.
-Debo irme.
-Nos vemos…
-Sí, otro día.-Sonríes, como si
todo y nada pasó.
Éramos amigos,
éramos cómplices, éramos libres. Ahora somos
felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario